martes, junio 19, 2007

RENÉ LETELIER, MAESTRO.




">Vinculo

In Memoriam
M.I. René Letelier Martner.


El día 2 de julio de 2007 se cumplirá un año desde que el país perdiera a su jugador de ajedrez por antonomasia: el Maestro Internacional, don René Letelier Martner. En éste, su primer aniversario, he querido rendirle mi propio homenaje, en virtud de
la admiración que me llevó a buscar su amistad. Una amistad que, aunque corta en el tiempo, se cimentó en el respeto y consideración mutuos; y que si se suspendió repentinamente, fue por esos avatares que erróneamente suponen la alteración de la realidad cotidiana; muchas veces, bajo la influencia de circunstancias de carácter externo. No se crea que bajo estas palabras haya nada que se parezca al conflicto ( don René no se lo merece), que nunca los tuve con el maestro, pero explican mi distanciamiento, que ahora me parece vituperable. Es tan doloroso como cuando un hijo no alcanza a ver a su padre sino hasta el día de su muerte. Cruzarme con don René no fue algo fortuito, sino que un evento prohijado por la propia vida: él desde su senectud serena y yo desde mi admiración por el hombre y el jugador de ajedrez. Durante los cinco años que mantuve contacto casi diario con él, aprendí de su severidad para con el error y su entrañable espíritu para regocijarse con un amigo. Fui testigo de su rigurosidad para imponer siempre el lado bueno de las grandes disputas, y receptáculo de los valores y enseñanzas de su trayectoria como jugador; incluida toda la Historia del ajedrez chileno a partir de su aparición como niño genio en 1927. Supe de sus desvelos por la familia que amó sobre todas las cosas. De su entrega, de sus hazañas; de su inclaudicable honestidad deportiva. Todo, en razón de atesorar para Chile, la más completa visión histórica del esclarecido deportista nacional, acto autorizado y bendecido por él, que me compromete. Aún me remece el espíritu recordar sus exequias, las que se caracterizaron como las que corresponden hoy, a los viejos héroes. Pocos asistentes, pero suficientes por su calidad. Ningún estruendo que no fueran las sencillas palabras de su amigo Rodrigo Flores, quien recordó que con su camarada se cerraba una larga etapa del ajedrez chileno. Y refundió el “encono” deportivo entre ambos, diciendo que muchas veces ellos se alegraban del error del otro sobre el tablero, pero que, pasada la disputa, se abrazaban como verdaderos amigos. Durante la reunión, todos nos admiramos del amor que fue capaz de encender entre los suyos. Don René Letelier bajó a la tierra bendecido por el llanto de sus nietos. Aún se oyen los lamentos desgarradores de aquel pequeño que gritaba ¡Mi tata! ¡Quiero a mi tata!... y todos nos retiramos en silencio del camposanto. El postrer homenaje para el más grande héroe del deporte chileno en el siglo XX.